Artículo
Un escritor caleño empobrecido en el primer mundo despierta de un coma y lee a un colega guatemalteco. Mientras, su novia con gonorrea lo acecha.
Ilustraciones de Diego Cadena
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Llevaba una semana internado en el Hospital Pellegrin de Burdeos, y mientras esperaba a que se me desinflamara el cerebro leí de un tajo El ángel literario, un libro sucinto, en apariencia intelectualoide, pero al mismo tiempo descarnado y con la densidad necesaria para desatar crisis literario-existenciales. Aunque de cierto modo, también es un libro esperanzador: una mano sale de la oscuridad circundante y cae como un fardo sobre tu hombro. Su presión acaba de hundirte o te obliga a continuar trasegando en medio de las dudas.
En una especie de ensayo novelado –con hibridaciones de diario, entrevista y cuento–, Eduardo Halfon se entrega a una empresa imposible: por un lado, saber por qué se escribe, y por otro, descifrar el enigma del despertar narrativo (el suyo y el de otros autores: Hesse, Carver, Hemingway, Piglia y Nabokov). ¿Pero existe en realidad ese momento en que la divinidad de las letras sobrevuela nuestras vidas para arrojarnos al pozo sin fondo de la literatura?
El resultado es un libro –armado con minucia de relojero– que cautiva no solo por la sacrificada nobleza de su causa; también porque se va escribiendo a medida que persigue la estela de su indagación. En una tensión creciente, su redacción engendra el testimonio de su propia gestación. Si no es el primero en hacerlo, El ángel literario por lo menos sí contribuye a consolidar en Hispanoamérica la tendencia contemporánea de los relatos que narran su making-of.
Las cosas ocurrieron así:
Durante mi convalecencia, el asistente social que venía a visitarme por las tardes, al ver que me hundía en el tedio, me hizo un favor fenomenal: se las arregló para hacerme llegar los libros de Halfon que habían quedado en mi habitación (yo era uno de esos pacientes por debajo de la línea de pobreza y –lo ignoraba– tenía derecho a ese tipo de privilegios a pesar de ser extranjero, ¿o tal vez por eso?).
Incitado por Castellanos Moya y Rey Rosa, hacía un tiempo que le seguía la pista a autores centroamericanos. Y para el momento en que me desmayé intentando rajar...
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Es licenciado en lenguas extranjeras de la Universidad del Valle y tiene una maestría en literatura comparada de la Sorbona. Publica sus escritos en El Malpensante con cierta periodicidad.
Junio 2019
Edición No.208