Ilustración de María Alejandra Balaguera.
De donde vengo yo hay mucho Jairo. Los hay famosos, como Jairo Varela o Jairo Castillo, y los hay simplemente Jairos o Jairitos. Debe ser por eso que se me metió un Jairo en una novela –declaro que es la primera y última que voy a escribir, por lo menos en términos de lo que se supone que sea una “novela”– y se me parece a Jairo, mi barbero. Ya he comprobado en distintas ocasiones que mis personajes son gente que he conocido o voy a conocer.
Cuando el barbero me dijo que se llamaba Jairo, yo no le entendí. En realidad, he entendido poco o nada de lo que me ha dicho desde que nos conocemos, es decir, desde hace unos meses. Yo andaba buscando barbería en Bogotá y entré a la barbería para hombres hombres en la que Jairo trabajaba en aquel entonces. Tuvo que repetirme varias veces que se llamaba Jairo –J-A-I-R-O– y a mí me pareció raro que en Bogotá hubiera un Jairo. Y sobre todo uno que hablara de esa forma tan entreverada: era como si las palabras se le quedaran entre la garganta y el pecho; hablaba con un acento venezolano, pero colombiano.
Un día Jairo me preguntó si me marcaba la raya. La raya en el pelo, de donde vengo yo, es un inocente aviso de prevención: soy malo. A veces pueden ser tres rayas en alusión a Adidas o a populares reguetoneros. La raya escinde el pelo con la ayuda de una cuchilla y, digamos, no va conmigo. Sin embargo, moví la cabeza para dar la autorización, pues Jairo me tenía demasiado relajado con sus cuidados y yo no quería hacer el esfuerzo de entender su extraño acento. Afortunadamente yo no había cerrado del todo los ojos cuando Jairo acercó la cuchilla a mi sien. Entonces, como una mosca que se descubre en las peinetas de una dionea, salí de la hipnosis.
¿Qué hacés, Jairo?
La raya, manito. ¿No me dijiste que te hiciera la raya?
Esa debe haber sido la única vez que Jairo me miró con rencor. Porque una raya, una raya realmente raya, bien parejita, requiere de concentración para ser trazada con criterio en el cuero cabelludo del cliente. Y Jairo es preciso, pero además es nervioso. Cualquier ruido fuerte en el salón de belleza lo asusta, bien sea porque se cae una bandeja metálica o porque alguien suelta una carcajada para celeb...
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Ganador del Premio Nuevas Voces Emecé-Idartes con su novela "Nadie grita tu nombre" (2017). Hizo parte de la redacción de El Malpensante. Cursa una maestría en artes en la Universidad de los Andes.
Octubre 2019
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