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Recetario de un hombre que cocinaba tan sabroso como escribía y que, como una especie de testamento, nos dejó anotadas en un libro las tradiciones culinarias del archipiélago que lo adoptó.
Un día de 1970 conocí a René Rebetez en la vieja cafetería del Edificio Sabana, en Bogotá. René trabajaba entonces para una agencia de prensa mexicana, y cuando alguien nos presentó, fue como ponerle cara a un mito. Así de legendario me resultaba el autor de “La nueva prehistoria”, ese cuento prodigioso que había leído con asombro en medio de la medianía de la narrativa colombiana de entonces.
Desde ese momento, también ya casi prehistórico, hasta el día en que naufragó en un cementerio marino de la isla de Providencia, tuve el privilegio de ser su amigo, su interlocutor, pero sobre todo su agradecido lector. De la lectura de su obra me nace una honda admiración, pero también la certeza de que solo un país como Colombia, cuyos habitantes son lotófagos, comedores insaciables de la flor del olvido, puede ignorar u olvidar a un autor de los quilates de René Rebetez.
Un día nos reunimos algunos de sus amigos y me vino al recuerdo una afirmación de este querido náufrago en su cuento sobre el bretoniano “amor loco”. Decía nuestro ausente: “Soy un escritor del año tres mil, escribo para el pasado. Si ayer la condición máxima del escritor fue la profecía, hoy su misión es recordar. Dada la característica circular del tiempo, asumimos que el futuro y el pasado son la misma cosa, y que por lo tanto predecir es lo mismo que rememorar”.
Nos basta entonces con evocar a René para pronosticar que su obra apenas será reconocida en Colombia cuando se acabe la inmensa fila de los genios de turno, y de todo el adocenamiento gregario queden los verdaderos creadores.
Hablo de una fila semejante a la de su asombroso cuento “El amor loco”, sobre gentes que de tanto ir tras el otro se olvidan de su propia existencia, como ocurre con los políticos, gente de la contingencia inmediata que tanto asqueaba a René.
Somos, repito, lotófagos, pero también seres de una cultura de Sísifo que todos los días creen inaugurar una tradición, mientras se olvidan de la verdadera. Lotófagos, engullidores de olvido, son los que ignoran a un poeta como Carlos Obregón, a un cronista como Luis Tejada, y en espiral cronológica, a un escritor de las dotes de Rebetez.
Pero aparte de su obra, está su vida, otra ...
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Padre de la ciencia ficción en Colombia. Entre su polifacética obra se encuentran los libros de cuentos y poemas Los ojos de la clepsidra (1964) y Cuentos de amor, terror y otros misterios (1998), y el largometraje La magia (1971).
Diciembre 2019
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