Artículo
Cuatro historias verídicas (¿o no?), que abren un inmejorable portal a la idiosincrasia de la capital colombiana.
Perrito y tal
La locución “perro” o “perrito” para referirse a un amigo (nunca a una amiga) nació en Kennedy Central, más específicamente en los parques y canchas que dan respiro a los habitantes de los conjuntos multifamiliares de la Super 7. Para el año 1993, la palabra “perro” se usaba solo para referirse a un hombre mujeriego, pero nadie en Bogotá la utilizaba para saludar la fidelidad de las buenas amistades. Pues bien, fue un sábado soleado, de esos que sonrosan las mejillas altiplánicas, cuando el equipo de microfútbol Los Perros, liderado por Juan Diego Bonilla, un veterinario, defensor y rescatista de caninos callejeros muy reconocido de la zona, se aprestaba a disputar la final del que durante muchos años fuera el torneo más prestigioso del deporte obrero capitalino: la copa de la Super 7. Los Perros se enfrentaban al combo de Los Maestros del Gol, oriundo de Corabastos. Se dice que aquel sábado, en las inmediaciones del barrio, se respiraba un ambiente de júbilo, puesto que era el último partido de un torneo de siete meses en los cuales, cada fin de semana, se enfrentaron en total cuarenta y dos equipos procedentes de todos los rincones de la ciudad. La finalísima era entonces un espacio de encuentro y regocijo, donde se permitía a los aficionados la ingesta de cerveza y aguardiente, al igual que el tráfico y degustación de comidas varias y tradicionales como pelanga, lechona, gallinas y pollos sancochados, chunchullos, morcillas, chorizos y bofes fritos, mazorca asada, huevos duros, papas chorreadas, etc. A las cuatro de la tarde empezó el cotejo. Unas quinientas personas bordeaban la minúscula cancha de cemento. Juan Diego llamaba a los jugadores de su equipo refiriéndose a cada uno como “mi perro”. “Mi perro, triangule”. “Mi perro, tóquela”. “Mi perro, el arquero juega”. “Mi perro, hágame famoso”. “Mi perro, gásteme la suela”. “Mi perro, puntazo y gol”. “Mi perro, pilas, concentrado”. “Mi perro, a los dijes”. “Mi perro no pelea ni una herencia”. “Mi perro no marca ni un cuaderno”. De esta manera, “mi perro” empezó a popularizarse entre los asistentes, y ya para el entretiempo el público lo usaba con soltura. El torneo lo ganó el equipo de Los Perros con un marcador reñidísimo de ocho a siete. Cuando recibieron la anhelada copa, Juan Diego buscó entre la multitud...
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Fundador y editor de la revista Late. Colaborador de publicaciones como El Espectador, Brecha (Uruguay) y OnCuba (EE. UU). En 2019, publicó "Sur". Su último libro es "Cubanías", un conjunto de crónicas dedicadas a esa isla.
Octubre 2020
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